Pilas de papeles, sobres y fórmulas a medio escribir. Estas imágenes del escritorio de Albert Einstein en su oficina de Princeton fueron publicadas por la revista Life en 1955, pocos meses antes de su muerte. En ellas podemos contemplar una pizarra llena de ecuaciones, un montón de revistas viejas y hasta su propia pipa abandonada momentáneamente sobre uno de los cuadernos.
Si uno presta atención puede ver lo que parece un tintero, algunos libros, un ejemplar de una revista de Filosofía y hasta un cenicero de cristal. Bajo los montones de papeles se atisban bolígrafos perdidos y cartas sin abrir, documentos que quizá contengan la clave de la teoría unificada, en la que invirtió sin éxito los últimos años de su vida. En el centro de la imagen hay una fotografía de lo que parece una plaza, sin personas. ¿Qué estaba pensando Einstein minutos antes de que llegara el fotógrafo?
Sobre las ventajas e inconvenientes de tener un escritorio desordenado se han escrito auténticos tratados, algunos de los cuales sostienen que el caos puede ser más productivo que un orden demasiado estricto. Sin embargo, nada como la cita atribuida supuestamente al propio Einstein para poner las cosas en su sitio: “Si una mesa abarrotada es síntoma de una mente abarrotada, entonces ¿qué debemos pensar de un escritorio vacío?”
2 comentarios:
jajaja muy buen post!!
Lamentablemente, no puedo dejar de identificarme. Y digo lamentablemente, porque a diferencia del físico, a mí me atormenta ver los montones de papeles, que con perseverancia crecen más rápido que cualquiera de mis realizaciones, y que se obstinan en desafiar mis ocasionales arrestos de orden.
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