martes, 28 de mayo de 2013

El robo mas espectacular de la historia


En julio de 1976 tuvo lugar el atraco más importante de la Historia que tuvo como maestro a Albert Spaggiari, al que se le ocurrió la brillante idea de robar uno de los bancos más grandes de Francia, la sucursal de Societe Generalé en Niza, utilizando el sistema de alcantarillado de la ciudad para acceder a la cámara del Banco.
Spaggiari llevó su idea a la Mafia local con la intención de buscar ayuda, pero se opusieron a su descabellado plan y se propuso crear una organización delictiva propia. Reclutó a 20 personas, cada una de ella especialista en su campo: un experto en joyería -para saber lo que merecía la pena llevarse cuando entrasen en la cámara-, un experto en la construcción de túneles...
Después de un año haciendo planes, se metió junto a su banda bajo tierra literalmente. Durante 3 meses construyeron un túnel en las alcantarillas de Niza que llegaba hasta la pared subterránea del Banco, arrastrando un equipo que pesaba más de una tonelada. Avanzaban dos mts al día, y cuando finalmente llegaron, un viernes, todavía les quedaba por atravesar una gruesa pared de cemento para entrar en la Cámara acorazada.

Abrieron el agujero a mano y no accedieron al interior hasta la tarde del día siguiente. Cualquier otro delincuente al ver que ya estaba dentro, la hubiera desvalijado cuanto antes, pero Spaggiari no era un delincuente cualquiera... Había llevado comida para sus hombres y, allí mismo, tomaron un refrigerio a base de vino y patés...
Finalmente, los ladrones dejaron atrás las sobras de su “picnic” y la mayor parte de las cajas de seguridad del Banco, pero lo que se llevaron y como se lo llevaron también hizo historia...
Tras soldar desde el interior la puerta de la Cámara acorazada para asegurarse de que nadie les molestara, se tomaron todo el tiempo necesario para robar el banco. Había miles de cajas entre las que elegir, y les dio tiempo para revisar algunos cientos; lo que consideraban que merecía la pena lo metían en bolsas de plástico selladas que colocaban en unas balsas...
Transportaron su botín en estas balsas, que flotaban en el agua del alcantarillado y las llevaron hasta donde les esperaban otros miembros del grupo que ocultaron el material. Se pasaron todo el fin de semana en el interior de la Cámara acorazada y no se fueron hasta que el banco estaba a punto de abrir sus puertas...
Los primeros en llegar el lunes por la mañana fueron los empleados del banco, los segundos fueron los policías, que hicieron un agujero en la cámara sellada y descubrieron el “revoltijo” que los ladrones habían dejado. El botín de 60 millones de francos que se llevaron lo convirtió en el mayor atraco a un Banco de toda la historia.
Spaggiari era un hombre muy inteligente y planeó el robo de una forma tan precisa que no dejó ni una sola pista a la policía. Dejó una nota que decía: “Sin armas, sin odio y sin violencia...”.

La clave para resolver el delito resultó ser una esposa celosa. Antes del atraco había llamado a la policía para comprobar las sospechosas actividades de su marido por la noche. Luego, siguiendo una “corazonada”, la policía fue a la casa de esa mujer después del atraco y detuvieron a algunos de la banda que encontraron allí. Finalmente, las pistas que obtuvieron les llevaron hasta Spaggiari...
Se pasó el juicio paseándose por la sala, ofreciendo respuestas ridículas a todas las preguntas, contando una historia fabulosa en la que mezclaba partes de verdad con mentiras. Estaba narrando una de sus historias cuando se lanzó hacia una ventana abierta. Su abogado y todos los demás pensaron que intentaba suicidarse. Saltó y aterrizó en un coche que estaba aparcado debajo...
Bajó del coche y montó en una motocicleta conducida por uno de sus “amigos” que salió disparada. Fue lo que se dice una “fuga relámpago”. Nadie volvió a ver a Albert Spaggiari ni a su esposa, ni siquiera una parte de ese botín que batió todos los récords.
En 1979, tras un pacto secreto con una editorial, publicó su autobiografía, detallando los pormenores del robo, y en el que narraba que no se había quedado nada de dinero. Contaba que lo había enviado a la gente oprimida de Yugoslavia, Portugal e Italia, todo un Robin Hood moderno...

Años después, la prensa publicó que su cuerpo fue hallado por su madre frente a su casa en 1989. Al parecer falleció por un cáncer de garganta y su esposa lo trasladó hasta allí para que reposara en su lugar natal...
No puedo evitar tener cierta empatía con este personaje que, aún siendo un ladrón, algo en que todos coincidiremos que no es nada correcto, fue un bandido romántico, un hombre brillantísimo. El delito se acaba pagando, pero en su caso, su astucia fue tal que dejo a todos boquiabiertos. Además, no me molesta mucho que roben a los bancos, bastante nos roban ellos, y que me disculpen los banqueros...

domingo, 26 de mayo de 2013

Los dias mas sangrientos de la humanidad: La batalla del Somme julio-noviembre 1916

En los primeros meses de 1916 los británicos estaban planeando una gran ofensiva en el occidente para terminar con la Primera Guerra Mundial, conflicto que a esas alturas estaba despedazando con toda una generación. Para lograr esta empresa, el Ministro de Guerra, el General Horatio Herbert Kitchener, había formado un nuevo ejército reclutando voluntarios con una fuerte campaña de sensibilización en Gran Bretaña.
Pero en el campo de batalla, las nuevas tropas eran despreciadas por su inexperiencia. A pesar de ello, las nuevas tropas de Kitchener fueron enviadas a las riberas del río Somme, donde se iba producir la mayor ofensiva británica.
Británicos atacando una trinchera alemana Los hombres de Kitchener estaban lejos de ser un ejército realmente preparado para la guerra: muchas tropas estaban compuestos por "batallones de amigos", quienes pertenecían a una misma localidad. De éstos, la mayoría eran jóvenes universitarios o soldados retirados y jubilados, que iban a debutar en la guerra en las riberas del río Somme.







Aunque los expertos militares habían recomendado no utilizar esta zona por ser estratégicamente favorable a las defensas alemanas, se trató de remediar la desventaja con una intensa lluvia de artillería durante la semana previa al ataque.
La artillería británica bombardeó las trincheras alemanas durante cinco días y noches con la intención de destruir su sistema defensivo; al mismo tiempo, mineros escoceses excavaban túneles debajo de las trincheras para insertar grandes bombas. Tremenda operación (aproximadamente un millón de piezas) fue fácilmente detectada por los alemanes días antes, reforzando la posición hasta quedar listo incluso antes que se disparara el primer cañón. Se llegaron a construir subterráneos de 12 metros donde la vida era por lo menos cómoda.
En un frente de 16 kilómetros el IV Ejército de Rowlinson, el III ejército de Allenby, y un apoyo de caballería de Haig (quien quería utilizar caballos porque tal vez era su última oportunidad para protagonizar una batalla), estaban listos para la acción asumiendo que la artillería había aniquilado la resistencia alemana.
La excesiva confianza británica hizo que surgieran los errores que horas después causarían el desastre. El 30 de junio fue el último día de bombardeos, pero los reportes mostraban que el daño era escaso: incluso el alambrado alemán en la tierra de nadie estaba intacta y el terreno estaba lleno de cráteres producidos por su propia artillería. Rowlinson desechó esta información y mandó a sus hombres a caminar, y no correr, hacia las líneas enemigas que los estaban esperando con sus ametralladoras. La razón de la decisión, la inexperiencia de sus soldados para realizar este tipo de operaciones que hizo a Rowlinson desconfiar de ellos para un ataque rápido. Esta orden le costó la vida a decenas de miles de jóvenes.






Los alemanes esperaban la ofensiva británica con sus ametralladoras En las primeras horas del sábado 1 de julio de 1916 todo estaba listo. A las 7:05 de la mañana las bombas subterráneas estallaron y 25 minutos después comenzó el ataque. La marcha de los soldados británicos fue inmediatamente aplastada por ametralladoras alemanas, a sólo segundos de iniciada la caminata. En minutos, varias compañías habían desaparecido por completo. Un regimiento sólo pudo avanzar 20 metros y en tres minutos habían perdido más de 150 hombres por una sola ametralladora.
Los hombres que llegaron a los alambrados se vieron atrapados al enredarse, siendo puestos fuera de combate por el fuego enemigo. Tuvieron que caminar hasta la entrada de los cráteres formados por las bombas subterráneas, entrar y escalarlos; al salir, más alemanes los estaban esperando continuando la matanza: y los soldados que llegaban a la colina veían espantados sus propias líneas de ataque y suministros, totalmente expuestos a un enemigo que seguía aniquilando a los que caminaban hacia su muerte. Toda esta tragedia ocurrió en cuestión de minutos.






Sólo la XXXVI división irlandesa al mando de Ulster tuvo relativo éxito en aquellos primeros momentos de lucha, pero se vieron abandonados por no tener acceso a los suministros. La XXX división llegó a Mountaban y por el norte el III ejército de Allenby rodeó Gommecourt. La diferencia radicó en que éstos corrieron en lugar de caminar logrando un gran avance, pero el daño estaba hecho: a las 8:30 a.m. (una hora después del ataque), los británicos habían sufrido 30000 bajas, para el mediodía, 50000. Al terminar el día, fueron 67000 los caídos.
Increíblemente dos días después de la batalla los generales británicos recién tuvieron noticia de la masacre. Hechos como éstos fueron los que alimentaron la realidad de la enorme distancia y percepción de la realidad entre muchos generales y soldados durante la Primera Guerra Mundial.
La batalla del Somme duró hasta mediados de noviembre, no porque alguno de los bandos salió vencedor sino porque la nieve del invierno hizo imposible seguir luchando. Para un avance de apenas 11 kilómetros de tierra carcomida por las bombas, murieron 420000 soldados británicos, 200000 franceses y 500000 alemanes.



martes, 21 de mayo de 2013

El rincón del curioso: ¿En qué país viven las personas más altas?


Curiosamente, el país donde viven los más altos tiene el 27% de su superficie debajo del nivel del mar.
Se trata de Holanda, cuyos habitantes miden un promedio de un metro con 84 centímetros.
Por lo tanto, los más altos del mundo viven en el país más bajo.