miércoles, 28 de septiembre de 2011

La bala mas lenta de la historia

Una curiosa historia que os sorprendera


En 1893, Henry Ziegland abandonó a su novia y ella se suicidó. Para vengarse, su hermano lo siguió hasta su casa y le disparó en el jardín, y angustiado por haberlo matado se pegó un tiro. Pero el agredido sobrevivió, ya que la bala sólo le rozó la cara y se incrustó en un árbol. Sin embargo, acabó con su vida, veinte años después. En 1913, Ziegland decidió dinamitar las raíces de dicho árbol, que todavía tenía el proyectil incrustado, para arrancarlo del jardín.

La explosión propulsó la bala, que impacto en su cabeza y le produjo la muerte instantánea

jueves, 22 de septiembre de 2011

El test de 'Blade Runner' es ya una realidad

Un nuevo sistema informático, desarrollado por un equipo de las universidades de Bradford y Aberystwyth - en colaboración con los responsables de "controlar" las fronteras de Reino Unido -, ofrece un test que mediante una sencilla cámara podría detectar las emociones de quien se somete a él. Y, por lo tanto, si miente o dice la verdad.

Los expertos, según relata la BBC, aseguran que el sensor de alta resolución de imagen térmica, y gracias a un conjunto de algoritmos que no han especificado, podría ser una poderosa ayuda para los servicios de seguridad.

Según los investigadores, nuestros rostros delatan una gama de emociones y, con un simple "escáner facial", se pueden detectar las mentiras con sólo observar la cara mientras hablamos. El profesor Hassan Ugail, uno de los responsables del proyecto, afirma que funciona en dos de cada tres casos.

Para los científicos, los seres humanos, inconscientemente, revelamos nuestras emociones en los cambios sutiles de expresión y del flujo de la sangre en nuestra piel. Movemos sutilmente los ojos, se dilatan las pupilas, y mordemos o presionamos los labios, además de respirar con dificultad, parpadear o tragar saliva.

De esta forma, el sensor térmico detectaría cuando alguien, sometido a un breve interrogatorio, está faltando deliberadamente a la verdad. Aunque con la invención de la prueba del polígrafo, desarrollado por primera vez en 1921, ya se había investigado en esta línea, ahora defienden que el sistema es mucho más complejo y fiable, aunque reconocen que no puede serlo al 100%.

Y es que muchas veces, la sensaciones de angustia, miedo o desconfianza no son indicadores de estar mintiendo, sino que simplemente reflejan el temor a no ser creído. Por eso, sorprende que anuncien que a finales de año podría comenzarse a implantar en algunos aeropuertos de Gran Bretaña.

Test Voight-Kampff

El nuevo "juguete" de los científicos de Bradford y Aberystwyth tiene muchas similitudes con un invento que aparecía en el filme Blade Runner, la mítica película de ciencia ficción dirigida por Ridley Scott, estrenada en 1982, y que se basó en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick.

En la cinta, para descubrir a los replicantes, se utiliza una prueba de empatía (el test Voight-Kampff), un "examen" - muy parecido al que quieren utilizar ahora - que pretende averiguar la "humanidad" del sujeto entrevistado. También una cámara registra y evalúa el movimiento de los ojos, así como el tamaño de los pupilas después de cada respuesta.

En una de las escenas más conocidas del filme, Rick Deckard, interpretado por Harrison Ford, interroga a Rachael, encarnada por una joven Sean Young.

- "Está leyendo una revista y se encuentra con la fotografía de una mujer desnuda". -, le dice Deckard.

- "¿Este test es para saber si soy una replicante o una lesbiana?" – le responde Rachael.

Al fondo, el doctor Eldon Tyrell (Joe Turkel) se sorprende de la capacidad de Rachael para aguantar. Su único objetivo es utilizar la ciencia para recrear la esclavitud:

- "Nuestro lema es 'Más que humano que los humanos'. El comercio es nuestro objetivo". – reconoce.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Leonardo se inspiró en su amante para pintar la “Mona Lisa”

Leonardo Da Vinci - "Mona Lisa" (detalle) - Museo del Louvre

El cuadro más célebre y misterioso de Leonardo da Vinci no representa a una mujer concreta, ni siquiera a Lisa Gherardini, la noble florentina cuyo esposo encargó a Leonardo que la retratara. Un equipo de investigadores italianos ha llegado a la conclusión de que los rasgos de la “Mona Lisa” se corresponden básicamente con los de Gian Giacomo Caprotti, el joven que durante 25 años sirvió al pintor como ayudante, y que según la mayoría de los historiadores también habría sido su amante.

Gian Giacomo Caprotti, conocido como Salai, posó para Leonardo en varias ocasiones, por lo que se conoce bien el aspecto que tenía. El más evidente de sus retratos se encuentra en el Museo del Louvre, igual que la ‘Mona Lisa’, y representa a San Juan Bautista señalando con el dedo hacia el cielo. Según los expertos del Comité para la Valoración de Bienes Históricos de Italia, sus rasgos se asemejan extraordinariamente a los del personaje inmortalizado en el otro cuadro, que también recuerda lejanamente a Lisa Gherardini.


Leonardo Da Vinci - "San Juan Bautista" (detalle) - Museo del Louvre

El aspecto “ambiguo” y “andrógino” del personaje más afamado de cuantos pintó Leonardo da Vinci sería fruto, por lo tanto, de la conjunción de los rasgos de un hombre y una mujer, por lo que decir que “Mona Lisa”, conocida también como “La Gioconda”, representa a Lisa Gherardini sería sólo "una verdad a medias", según el presidente del Comité, Silvano Vinceti. El investigador subraya que Leonardo comenzó a pintar el cuadro en 1503, y que el rostro de “Mona Lisa” presentaba entonces un gesto más “lánguido”. Durante los 13 años siguientes fue retocado en varias ocasiones, adquiriendo el aspecto actual, más cercano al que tenía el compañero sentimental del pintor.

Estas conclusiones se ven reforzadas por el hecho de que el maestro nunca quiso desprenderse de esta obra, que le acompañó en todos sus viajes, y que decidió legar a su querido Salai cuando hizo testamento. Además, recientemente se descubrió la existencia de dos letras ocultas en las pupilas del personaje retratado: la L y la S, que son las iniciales de sus dos supuestos modelos: Lisa y Salai.

Los historiadores del Arte consideran a “La Gioconda” el más valioso legado intelectual de Leonardo Da Vinci, artista que tuvo una singular "dimensión filosófica, teológica y esotérica”, según los investigadores del Comité para la Valoración de Bienes Históricos de Italia. El maestro acompañó a la figura central con un puente, elemento simbólico que se asocia con el tránsito al más allá. El maestro pintó en uno de sus arcos los números 7 y 2, cifras ligadas a Dios y al equilibrio entre el género masculino y el femenino, según las tesis cabalísticas.

“Mona Lisa” es propiedad del Estado francés desde que el rey Francisco I la compró a los herederos de Sadar. Tras la Revolución de 1789, pasó a formar parte de la colección del Museo del Louvre, donde sigue en la actualidad. Cuenta con un sofisticado sistema de seguridad, que incluye una urna de cristal blindado que podría protegerla contra los disparos de un arma de fuego. El vidrio especial que la separa del público impide también el paso de los rayos ultravioletas y los infrarrojos.

El retrato pictórico más famoso del mundo se encuentra estabilizado en su precario estado de conservación. La fisura que tiene encima del ojo izquierdo no ha progresado durante los últimos años, pero se teme que pueda aparecer otra más. Leonardo pintó el cuadro sobre una tabla de madera que ha sufrido numerosas manipulaciones durante los últimos 500 años. Recientemente se descubrió que la madera tiende a combarse, y que eso provoca tensiones en la capa de pigmentos.

“Lo más probable es que esa deformación se deba a las piezas de madera que le fueron agregadas durante los siglos XVII, XVIII y XX”, explica Vincent Pomarede, conservador jefe de pintura del Louvre, quien sospecha que “el envejecimiento diferente” de las diversas piezas de madera podría ser la causa del deterioro.

Un equipo de expertos de la Universidad de Poitiers analizó el cuadro en 2005, dictaminando que podría sufrir una nueva fisura a la altura del rostro, tras comparar su evolución en fotografías de diferentes épocas. Los responsables del Louvre habían pedido su dictamen antes de cambiar la obra a la sala en la que se exhibe actualmente.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Cuando se creyó que había vida en la Luna

Esta fue una de las historias más sensacionalista de su tiempo que no tardó mucho en descubrirse que era una vil mentira.

Todo comenzó cuando el periódico neoyorquino The Sun, publicó en una serie de artículos en 1835 los supuestos hallazgos obtenidos gracias a un novedoso telescopio por John Herschel, el astrónomo más respetado y famoso de su época.

Ese potente telescopio que Herschel había utilizado durante un viaje que realizó a Sudáfrica, le había permitido observar a más detalle lo que “escondía” el satélite natural. Describió la topografía lunar que incluía bosques, cráteres, enormes lagos, océanos y playas. También hablaba de bisontes y unicornios azules que recorrían las praderas lunares, ¡todo un espectáculo! Sin embargo el momento cumbre de la “revelación” estaba por llegar.

El 28 de agosto de 1935, en uno de los artículos sobre la vida en la Luna, impresionó a todos sus lectores que se contaba por millones, pues se describía a una tribu de hombres con alas de murciélago, nombrados por el astrónomo como vespertilio-homo, y que además vivían en cabañas bien construidas y conocían el fuego.

Justo cuando el interés del mundo estaba hasta el tope, el periódico declaró que el telescopio había sufrido daños por exponer el lente al sol, de modo que ya no se lograría seguir observando a dicha tribu. Pronto se supo que se trataba de un fraude que elevó las ventas hasta el tope. El periódico nunca asumió el engaño de la noticia públicamente.

¿Y que pasó con Herschel? La verdad es que él nunca se enteró de la noticia hasta tiempo después. Se cree que un periodista se inventó toda esa historia junto con otros cómplices. Tiempo después el periódico The Sun dejó de funcionar.

jueves, 15 de septiembre de 2011

"Afronautas": cuando Zambia quiso enviar doce astronautas y diez gatos a la luna

En 1964 la recién independiente república de Zambia anunció al mundo que estaba dispuesta a entrar en la carrera espacial para derrotar a los EE UU y la URSS. Un profesor de ciencias del país africano, Edward Mukuka Nkoloso, dijo entonces que estaba preparado para enviar a la luna doce astronautas -entre ellos una mujer- y diez gatos.

Los promotores del programa espacial de Zambia, que solicitaron una subvención a la Unesco equivalente a unos 10 millones de euros actuales, no descartaban una segunda etapa con Marte como objetivo. La revista Time recogió el proyecto y se conserva un reportaje de televisión de visionado obligado.






La lógica del mercado y sus potencias

La fotógrafa Cristina de Middel (Alicante, 1975) ha decidido documentar en la serie Afronautas lo que pudo haber sido esta "fábula entrañable" sobre la "persecución de los sueños" que tiene como moraleja, añade, "la resignación inevitable ante un mundo y una realidad que concede pocas excepciones a la lógica del mercado y sus potencias".

Las imágenes sobre esta increible pero cierta noticia presentan, con tono fotoperiodístico, lo que pudo haber sido el proyecto. "Con esta serie de fotos reconstruyo las escenas que podrían haberla documentado entonces y refuerzo su veracidad añadiéndole a esa certeza mi carga personal y el fruto de mi imaginación", precisa la fotógrafa.

Un ejemplo de la grandeza del ser humano y su capacidad de superaciónDe Middel reconoce que la iniciativa es una anécdota, "un detalle exótico y tierno dentro de la sangrienta historia africana", pero le interesa como "ejemplo de la grandeza del ser humano y su capacidad de superación".

lunes, 12 de septiembre de 2011

Algunas curiosidades sobre el número cero

Un día cualquiera te despiertas por la mañana y el cero ha quedado abolido por un decreto ley. Acudes al ordenador, pero sin unos y ceros el lenguaje informático no existe. Intentas comprar un periódico, pero el quiosquero no recuerda si cuesta uno, cien o un millón de euros. Tus 30 años recién cumplidos se han convertido en 3 y hay un ruido infernal: todas las luces están encendidas, en los interruptores ha desaparecido el off, o cero.

“La única ventaja”, piensas, “es que ya nadie me pondrá un cero en el colegio”. De hecho, ya nadie llevará esta nota en el boletín, porque el Ministerio de Educación y Ciencia se ha propuesto abolirlo. Se podrá obtener un “dónut” en un examen si lo dejas en blanco, pero las notas finales empezarán por el 1. ¿Por qué el Gobierno tiene ese afán cerocida, con lo útil que resulta?

El cero es una conquista reciente, un invento como el de la fregona, que nos ha resuelto la vida. Imaginemos a Miguelón, el hombre de Atapuerca, intentando poner orden en sus cosas: “¿Cuántas frutas tengo para dar de comer a mi familia? Una, dos, tres...” ¿Y el cero? Nadie tiene cero dedos para contar, nadie cuenta con el pobre cero, pero si tengo tres hijos y tres manzanas, ¿qué me queda?

El concepto de la nada es avanzado, y reflejarlo en un signo matemático corresponde a un pensamiento abstracto evolucionado. “Llegar a concebir que el vacío puede y debe ser reemplazado por un grafismo que tenga precisamente este significado constituye un último grado de abstracción”, escribe Georges Ifrah en su Historia universal de las cifras. Los matemáticos babilonios, si tenían que distinguir entre 3106 y 316, lo ha­cían por el contexto.

Parece difícil; sin embargo, aún hoy lo hacemos continuamente. Si te preguntan cuánto vale un billete de autobús para ir a las afueras y dices “dos cincuenta”, piensan que son un par de euros y medio, pero si te hacen esa misma pregunta para un viaje de Barcelona a París y contestas “dos cincuenta”, cualquiera cree que te estás refiriendo a 250 euros. Esta técnica permitió a culturas con tanto talento como la romana y la egipcia sobrevivir sin el número redondo. Los babilonios tuvieron una suerte de primitivos “roscos” con forma de diminutas espiguitas, o cuñas, que se utilizaban entre otros dos números. Podías poner, por ejemplo, 2.018, así: 2’’18, pero solo era un cero posicional.

Casi todas estas culturas antiguas, cuando tenían que poner 207 escribían 100, 100, 5, 1, 1 (en números romanos: CCVII). Pero todo se complica infinitamente si en lugar de contar cantidades cercanas, como decenas o centenas, has de abordar números cósmicos, como miles de millones, billones…

Les sucedió a los astrónomos griegos. Sus “compinches” matemáticos, como Euclides, no necesitaron el cero, pues contaban con la geometría para definir números, pero los astrónomos tuvieron la dificultad de nombrar distancias de muchos ceros sin tener cero. Hay quien piensa que en realidad lo tuvieron: era ómicron, la primera letra de la palabra ouden, que significa “nada”. Otros historiadores lo niegan, pues ómicron era también el número 70.

EL CERO HACE EL INDIO, O AL REVÉS

Fueron los indios quienes lo hallaron. Aryabhata, según escriben los historiadores O’Connor y Robertson en su Historia de las Matemáticas, inventó en el año 500 el signo kha para indicar la posición de los números. Esta palabra luego fue el nombre que se dio al cero, aunque no era propiamente este número. Hasta el 876 no existe constancia escrita del signo, prácticamente con la misma grafía actual.

La historia es la de una ciudad llamada Gwalior, a 400 kilómetros de Nueva Delhi, en la que había un templo. Los sacerdotes se adornaban con guirnaldas de flores, por lo que tenían que plantar un número determinado de metros cuadrados de plantas que les surtieran de flores todo el año. Unos sabios calcularon el terreno a plantar: 187 por 270 hastas (un hasta son 2 metros), y el resto de la humanidad tuvimos la fortuna de que escribieran las cifras con todos sus ceritos.

Pero no solo eso; los grandes matemáticos indios, como Brahamagupta, Mahavira y Bhaskara, se habían hecho ya antes preguntas en sus tratados. No en vano, en la filosofía india ya se manejaban los conceptos de vacío, nada y nulidad.

Una de las personas más inteligentes de la historia, Brahamagupta, además de introducir el cero en las cifras para definir una cantidad nula, dijo cosas que ahora nos parecen obvias, pero en aquella época (el año 628) eran sorprendentes, como: “La suma de cero y un número negativo es negativa; la suma de un número positivo y cero es positiva; la suma de cero y cero es cero”. Llegó a averiguar que algo multiplicado por nada no es algo, sino nada.

El problema empezó cuando trató de dilucidar qué pasa si divides una cifra entre cero, o cero entre algo; aquí, ni él ni Mahavira –200 años más tarde– fueron capaces de salir del atolladero, aunque sí hallaron la idea opuesta al cero: el infinito.

Hay otra cultura que rozó el círculo inventado por los indios, los otros matemáticos indios: los mayas. Para ellos y otras culturas mesoamericanas, el tiempo no era lineal, sino circular, y coincidía con el espacio; así que el cero que ellos usaron no era realmente un símbolo que significara la nada. “Era algo tangible”, dice Laura Laurencich-Minelli, de la Universidad de Bolonia, Italia. “Es un colgante sin nudos para los incas, es un caracol para los mayas y una mazorca para los aztecas.”

Los días de la semana se empezaban a contar por cero; y la Luna, diosa de la fertilidad, lo era también de la cifra redonda. Fácil, porque como ella, a veces está y a veces no. Así que en los quipus (los colgantes de nudos mesoamericanos) había una forma de contar cotidiana en la que el cero no se tenía en cuenta, y otra religiosa en la que los números se identificaban con los dioses; y ahí sí que estaba el cero. Los mayas, que usaban un sistema de base 20, tuvieron un símbolo específico más o menos en la misma época que los indios. Más tarde, los matemáticos árabes Al Khawarizmi e Ibn Ezra (para los españoles, Avicena) difundieron los hallazgos indios (de la India) y explicaron, dibujaron y nombraron con la palabra sifr (la misma de la que procede “cifra”) lo que luego derivó en cero. Los europeos nos lo apropiamos, como todo lo que nos resulta útil.

Porque el cero es muy útil. Lo sabe Bart Simpson, que no para de lanzar el aguerrido grito: “¡Multiplícate por cero!” Y esto, como todos sabemos desde el año 600, significa que desaparezcas del mapa.

domingo, 4 de septiembre de 2011

La policía femenina de Irán

Estas mujeres musulmanas, forman parte del Cuerpo de la Policía femenina de Irán.

Su uniformidad reglamentaria no es casual, sino una forma, según la Ley islámica del País Persa de eliminar la "influencia del infiel".



El supervisor de este Cuerpo policial, es el Fiscal General de Irán, Moussa-al-Reza, quien exige a sus agentes femeninas, "un elevado nivel de resistencia".



Se trata en realidad de un Cuerpo de Policía moral, que según recomendaciones de Ahmadinejad, debe ocuparse de la vigilancia y la represión de las mujeres que incumplan el "sura 4 aleya 34" del Corán.



La "vezarate ettelaate", se encarga en definitiva, de la persecución y la represión de las mujeres (incluso periodistas) que están en desacuerdo con el Régimen.

El uso de este uniforme, que oculta el cuerpo de la cabeza a los pies, persigue establecer una uniformidad nacional que evite la influencia europea y su cultura.