lunes, 25 de noviembre de 2013

El día que la Unión Soviética derribó un avión de pasajeros

La tensión de la Guerra Fría a principios de los ochenta se disparó hasta un punto crítico por el trágico incidente de la madrugada del 1 de septiembre de 1983. Un caza ruso cumplió la orden de derribar un avión comercial que, por error, sobrevolaba peligrosamente territorio de la Unión Soviética, directo hacia su flota de submarinos nucleares. Murieron los 240 pasajeros y los 29 tripulantes a bordo del vuelo 007 de la compañía Korean Airlines con destino a Seúl.

La conmoción mundial se agitó aún más por la opacidad de la URSS. Moscú no reconoció haberlo abatido hasta una semana después. Justificó que era un avión espía oculto, no comercial. Tardó en reconocer la culpa, lamentó las muertes, pero no se disculpó. No entregó la caja negra para esclarecer las causas hasta una década después, tras la caída del imperio soviético. No quedó rastro de pasajeros ni de equipajes.

Avión espía

Todas las trágicas casualidades confluyeron para que la tensión acumulada de la Guerra Fría detonara los misiles que acabaron con 269 civiles. El avión de pasajeros partió desde el aeropuerto JFK de Nueva York con destino a Seúl con una parada en Anchorage (Alaska) para repostar. Nada más despegar de Alaska, la nave se desvió de su camino. El estudio posterior de la caja negra determinó que el piloto creyó haber fijado la ruta correcta con el automático, sin embargo, mantuvo por error un rumbo fijo directo hacia Siberia.

Los radares rusos captaron la intromisión por la península de Kamchatka. Mandó unos cazas a reconocerlo y disuadirlo, aunque no llegaron a tiempo y el Boeing 747 siguió su rumbo ajeno a cualquier violación territorial. Los rusos no lo dejarían escapar en su segunda invasión, esta vez sobre la isla de Sajalín, al norte de Japón. Menos aún cuando el avión iba directo a la flota rusa en el Pacífico, en Vladivostok, con sus submarinos nucleares.

La casualidad hizo que un avión espía de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos rastreara ese mismo día la misa zona. El Boeing RC-135entraba y salía de territorio soviético en maniobras habituales para probar la capacidad de los radares rusos. Su señal se confundió con el del comercial Boeing 747. Los rusos estaban tras la pista de un avión espía que confundieron con la nave surcoreana cargada de almas inocentes.

Avisos insuficientes

El caza soviético realizó al vuelo 007 maniobras de advertencia propias para naves militares, no tan evidentes ni pacientes como las dirigidas a aviones comerciales. Lanzó ráfagas de aviso, pero no eran trazadoras, y por tanto eran invisibles en la noche. La oscuridad también impidió al piloto ruso discernir si era un «jumbo» comercial o uno similar espía. Cuando trató de acercarse a la nave surcoreana, el piloto de Korean Airlines, ajeno a la disuasión, elevó el vuelo inconsciente del peligro. El puesto de mando de Defensa soviético lo entendió como una maniobra de disuasión y la orden fue clara: «Destruir el objetivo».

El avión no explotó tras recibir el impacto de dos misiles aire-aire, ni cayó en picado de inmediato. El piloto surcoreano pudo mantener el vuelo durante cinco minutos, con los motores a salvo; pero la cabina despresurizada y el sistema hidráulico roto hicieron que tardara poco en precipitarse en una espiral dramática hasta impactar brutalmente en el mar a 30 millas de la isla de Sajalín. No hubos supervivientes.

Tensión de la Guerra Fría

Embarcaciones rusas acudieron enseguida a recuperar las pruebas, obsesionados por mantener todos sus secretos a salvo en un momento crítico de tensión de la Guerra Fría. Equipos de Japón, Corea del Sur y Estados Unidos también trataron, sin éxito, de recoger información. El entonces presidente de EE.UU., Ronald Reagan, abrió el GPS, entonces solo de uso militar, a la aviación civil. Nuevos episodios de tensión aérea similar se lograron contener por la precaución añadida en las defensas rusas tras la fatal experiencia. El paranoico miedo a un ataque no volvió a terminar en tragedia cuando, en 1985, un avión de Japan Airlines se adentró por error en Siberia.

Como todo episodio de la Guerra Fría, las teorías de la conspiración no se hicieron esperar. ¿El impacto borró todo rastro de los pasajeros o los rusos recogieron todos los cuerpos y las pertenencias para no dejar pruebas? ¿Washington sabía que un avión occidental cruzó la línea roja, no hizo nada por evitarlo y así tensionar la Guerra Fría? ¿Ronald Reagan amplificó el incidente con su retórica para justificar su Guerra de las Galaxias, alimentar el rechazo internacional a la Unión Soviética y acelerar su caída?

jueves, 21 de noviembre de 2013

El verdadero hombre radioactivo


Durante el proyecto Manhattan, que daría lugar a la construcción de las primeras bombas atómicas, los investigadores estaban cada vez más preocupados por los riesgos de contacto con el plutonio.

En uno de los experimentos más horribles y poco éticos jamás realizados, 18 personas fueron inyectadas con plutonio sin su consentimiento para medir sus efectos.

El dosis más fuerte dosis fue aplicada a un hombre llamado Albert Stevens, un pintor de casas que recibió una inyección en su cuerpo con 60 veces la cantidad de radiación permitida cada año.

imageHoy en día, la ciencia tiene un muy buen manejo de los peligros de la radiación, pero no hace mucho tiempo, la gente asistía a las detonaciones de la bomba atómica.

El Proyecto Manhattan llevó los temores de los efectos de la radiación a su máxima expresión, sobre todo los efectos del nuevo elemento aislado, el plutonio, al que muchos se habían expuesto durante la experimentación.

Para ello, se decidió iniciar un estudio para determinar con exactitud cuan peligroso era el plutonio.

La trama fue siniestra. Los investigadores de los efectos, inyectaron diferentes cantidades de plutonio en los pacientes que no sabían lo que les estaban suministrando y evaluaban sus efectos.

Para su crédito, escogieron personas que habían sido diagnosticadas con una enfermedad "terminal" y no se esperaba que vivieran independientemente de los resultados.

Dieciocho personas fueron inyectadas en tres sitios diferentes, incluyendo Hospitales de la Universidad de California en San Francisco.

El primer paciente en recibir la inyección en California ( llamado CAL- 1 ) fue un pintor de brocha gorda de sesenta años llamado Albert Stevens. Se le había diagnosticado un cáncer de estómago.

A Stevens se le inyectó con dos isótopos diferentes de plutonio.

Recibió una dosis monstruosa, sobre 0, 95 microgramos en total, ya que no se esperaba que viviera mucho tiempo.

Pero cuando los médicos le abrieron para realizar la cirugía en sus tumores cuatro días más tarde, se encontraron con que simplemente estaba sufriendo de una muy mala úlcera.

A Stevens se le mintió y se le llevó a creer que había sido sometido a una recuperación milagrosa y se estudió a continuación. Su orina y muestras de heces fueron monitorizados cuidadosamente.

En el transcurso de un año absorbió 60 veces la cantidad de radiación que los trabajadores están autorizados a tomar al año.

Stevens vivió más de 20 años, con su sangre llena de plutonio.

Finalmente sucumbió a la enfermedad cardíaca en la edad madura de 79.

Algunos de los otros 18 pacientes no tuvieron tanta suerte, pero se cree que todos ellos murieron a causa de las condiciones pre-existentes y no a las grandes dosis de radiación con las que habían sido tratados.