Alrededor del 6% de la población mundial presenta un impulso sexual excesivo; aunque algunos investigadores aseguran que estas cifras podrían estar subestimadas por las limitaciones propias de la investigación epidemiológica y porque las personas viven estos impulsos con mucha vergüenza. Aunque se observa una prevalencia del género masculino, también existen mujeres (2%) con un impulso sexual que sale de la norma. Entonces… ¿estamos en presencia de la ninfomanía?El termino ninfomanía proviene del griego nymphe (muchacha o ninfa, figura mítica de la antigüedad que representaba la candidez y el deseo sexual) y mania (muchas veces entendido como locura). En la cultura popular la ninfomanía se entiende como una mujer que no logra mantener una relación de pareja estable porque es presa de un deseo sexual inconmensurable que la hace pasar de una relación a otra.
El vocablo fue acuñado aproximadamente en el año 800, por un psiquiatra que (como es de suponer y acorde con la época que le tocó vivir), conocía muy poco sobre la fisiología sexual femenina. Por aquellas fechas pululaba en los ámbitos médicos la relación entre útero e histeria mientras que el deseo sexual femenino asustaba a los hombres y la masturbación era un pecado; entonces no es extraño que surgiese un término con connotaciones de enfermedad para censurar todos aquellos comportamientos “inadecuados”. La impronta negativa de la ninfomanía sigue arrastrando su pesado lastre de miedo y rechazo al deseo sexual femenino aún en nuestros días.
A modo de curiosidad histórica, debo recordar que la ninfomanía fue citada en el II Manual Diagnóstico de enfermedades mentales como una “desviación sexual”, después, en el DSM III fue reconocida como una “dependencia sexual” capaz de influir en la vida cotidiana de las personas comprometiendo las relaciones interpersonales; pero posteriormente el DSM IV eliminó este trastorno de su lista aunque el CIE 10 lo mantiene bajo el rubro de “impulso sexual excesivo”.
Lo cierto es que en la actualidad muy pocos profesionales hacen referencia a la palabra ninfomanía, quedando relegada en la memoria del pueblo. En su lugar se utiliza el término: impulso sexual excesivo.
Para explicar la ninfomanía han surgido las más diversas teorías. Una de las hipótesis de carácter psicoanalítico afirma que es un intento de la mujer de escapar del sometimiento tradicional que se le impone culturalmente, un intento de huir de la vida matrimonial y la maternidad. Otras de las hipótesis que ha tenido más empuje asevera que en la base de la ninfomanía descansa la anorgasmia o la frigidez; se supone que como la mujer no es capaz de “sentir” plenamente durante el acto sexual, entonces inicia una búsqueda compulsiva del placer. Por supuesto, tampoco faltan aquellos que abogan por el consumo de drogas o por la existencia de un trastorno psicótico de base. Otras explicaciones etiopatogénicas afirman que el comportamiento sexual compulsivo es una forma de reducir la ansiedad que experimenta la persona mientras que otros especialistas abogan por una disfunción neurológica de base que encuadraría este síntoma en un trastorno obsesivo-compulsivo. De hecho, algunos de los casos de hipersexualidad orgánica se debe a lesiones en la zona límbica del encéfalo, fundamentalmente por tumores o por accidentes angioencefálicos. También se han descrito casos de hipersexualidad en personas con epilepsias psicomotoras que afectan el lóbulo temporal. No obstante, también se han reportado casos aislados de hipersexualidad durante el periodo menstrual y la menopausia provocados por la disminución fisiológica de los estrógenos y el aumento relativo de los andrógenos.
Particularmente, considero que el impulso sexual excesivo puede estar determinado por múltiples causas por lo que debe estudiarse cada caso como una individualidad. Vale aclarar que actualmente el término y la propia existencia del trastorno resultan muy cuestionados por las dificultades para establecer qué puede considerarse como un impulso excesivo en materia de sexualidad aunque la mayoría de los psicólogos y psiquiatras concuerda en diagnosticar esta dificultad cuando el impulso sexual se convierte en motivo de preocupación y malestar para la persona impidiéndole un adecuado desempeño laboral o estudiantil y provocando un deterioro en sus relaciones interpersonales.
Este trastorno tiene un pronóstico bastante positivo, tanto con el uso de la psicoterapia como con el de antidepresivos, especialmente los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina.
El vocablo fue acuñado aproximadamente en el año 800, por un psiquiatra que (como es de suponer y acorde con la época que le tocó vivir), conocía muy poco sobre la fisiología sexual femenina. Por aquellas fechas pululaba en los ámbitos médicos la relación entre útero e histeria mientras que el deseo sexual femenino asustaba a los hombres y la masturbación era un pecado; entonces no es extraño que surgiese un término con connotaciones de enfermedad para censurar todos aquellos comportamientos “inadecuados”. La impronta negativa de la ninfomanía sigue arrastrando su pesado lastre de miedo y rechazo al deseo sexual femenino aún en nuestros días.
A modo de curiosidad histórica, debo recordar que la ninfomanía fue citada en el II Manual Diagnóstico de enfermedades mentales como una “desviación sexual”, después, en el DSM III fue reconocida como una “dependencia sexual” capaz de influir en la vida cotidiana de las personas comprometiendo las relaciones interpersonales; pero posteriormente el DSM IV eliminó este trastorno de su lista aunque el CIE 10 lo mantiene bajo el rubro de “impulso sexual excesivo”.
Lo cierto es que en la actualidad muy pocos profesionales hacen referencia a la palabra ninfomanía, quedando relegada en la memoria del pueblo. En su lugar se utiliza el término: impulso sexual excesivo.
Para explicar la ninfomanía han surgido las más diversas teorías. Una de las hipótesis de carácter psicoanalítico afirma que es un intento de la mujer de escapar del sometimiento tradicional que se le impone culturalmente, un intento de huir de la vida matrimonial y la maternidad. Otras de las hipótesis que ha tenido más empuje asevera que en la base de la ninfomanía descansa la anorgasmia o la frigidez; se supone que como la mujer no es capaz de “sentir” plenamente durante el acto sexual, entonces inicia una búsqueda compulsiva del placer. Por supuesto, tampoco faltan aquellos que abogan por el consumo de drogas o por la existencia de un trastorno psicótico de base. Otras explicaciones etiopatogénicas afirman que el comportamiento sexual compulsivo es una forma de reducir la ansiedad que experimenta la persona mientras que otros especialistas abogan por una disfunción neurológica de base que encuadraría este síntoma en un trastorno obsesivo-compulsivo. De hecho, algunos de los casos de hipersexualidad orgánica se debe a lesiones en la zona límbica del encéfalo, fundamentalmente por tumores o por accidentes angioencefálicos. También se han descrito casos de hipersexualidad en personas con epilepsias psicomotoras que afectan el lóbulo temporal. No obstante, también se han reportado casos aislados de hipersexualidad durante el periodo menstrual y la menopausia provocados por la disminución fisiológica de los estrógenos y el aumento relativo de los andrógenos.
Particularmente, considero que el impulso sexual excesivo puede estar determinado por múltiples causas por lo que debe estudiarse cada caso como una individualidad. Vale aclarar que actualmente el término y la propia existencia del trastorno resultan muy cuestionados por las dificultades para establecer qué puede considerarse como un impulso excesivo en materia de sexualidad aunque la mayoría de los psicólogos y psiquiatras concuerda en diagnosticar esta dificultad cuando el impulso sexual se convierte en motivo de preocupación y malestar para la persona impidiéndole un adecuado desempeño laboral o estudiantil y provocando un deterioro en sus relaciones interpersonales.
Este trastorno tiene un pronóstico bastante positivo, tanto con el uso de la psicoterapia como con el de antidepresivos, especialmente los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina.
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