jueves, 16 de junio de 2011

Cómo sentar a un asesino a la mesa, según Leonardo Da Vinci

El arte de Leonardo da Vinci nunca dejará de sorprendernos. Empiezas a conocer a este magnífico personaje primero por sus cuadros, que te dejan con la boca abierta y se te cae la baba antes esas pinturas, que por muy artista del pincel que seas a su lado no eres más que un niño haciendo garabatos con un plastidecor (lo digo a título personal). Después descubres (como muy bien lo explica el artículo de Dragonerrante) que además era un lince inventando armas mortíferas y tácticas de guerra, se te quedan los ojos como platos cuando ves que inventó una ametralladora, un protohelicóptero, un carro de combate y hasta un submarino. Pero luego vas y descubres que también escribió recetas de cocina. Aquí dices, después de lo anterior no me voy a sorprender más… ¿Pero y cuándo lees su libro de recetas y descubres que en las anotaciones al margen hay todo un catálogo de normas de protocolo en la mesa, incluyendo, dónde sentar a un asesino? Ya no te quedan bocas no ojos para abrir cómo platos, solo te queda adorar a esta criatura de la naturaleza (no me atrevo a decir humana) y besarle los pies si fuera posible.


El llamado ”recetario” de da Vinci es el Codex Romanoff, escrito aproximadamente en 1490. En esta obra aconseja, en una anotación a margen de página, el noble arte de sentar a un asesino sin saltarse el protocolo que en toda buena mesa debe regir. Cito textualmente porque yo me quedo sin palabras:

Norma 1. Cómo sentar a un asesino a la mesa. (El orden de las normas de protocolo es cosa mía, no aparecen así en el Codex)

“Si hay un asesinato planeado para la comida, entonces lo más decoroso es que el asesino tome asiento junto a aquel que será el objeto de su arte, y que se sitúe a la izquierda o a la derecha de esta persona dependerá del método del asesino, pues de esta forma no interrumpirá tanto la conversación si la realización de este hecho se limita a una zona pequeña. En verdad, la fama de Ambroglio Descarte, el principal asesino de mi señor Cesare Borgia, se debe en gran medida en su habilidad para realizar su tarea sin que lo advierta ninguno de los comensales y, menos aun, que sean importunados por sus acciones. Después de que el cadáver, y las manchas de sangre, de haberlas, haya sido retirado por los servidores, es costumbre que el asesino también se retire de la mesa, pues su presencia en ocasiones puede perturbar las digestiones de las personas que se encuentran sentadas a su lado, y en este punto un buen anfitrión tendrá siempre un nuevo invitado, quien habrá esperado fuera, dispuesto a sentarse a la mesa en ese momento”.
Que el asesino se retire una vez hecho su trabajo me parece todo un detalle por su parte. Con qué cara sigues tú comiendo el pastel de oveja a las finas hierbas con testículos de cordero en crema fría (una receta del propio Leonardo) si tienes a tu lado al asesino. Primero, ¿de qué hablas con él?, y segundo, si no se ha ido es que tú eres el siguiente. No hay bicarbonato para garantizar esa digestión. Da Vinci estaba en todo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gran personaje, si señor,... y gran época, aquella en la que la profesión de asesino era respetada y solicitada xD