Los elefantes han sido, durante milenios, valiosos colaboradores humanos. Son animales fuertes, relativamente mansos y fáciles de domesticar. Nos han ayudado a transportar grandes cargas y a construir colosales obras y como inseparables compañeros del hombre también nos han ayudado a guerrear. Pero como la retorcida inteligencia humana no tiene límites, también se les ha enseñado a realizar las tareas más sucias y por esa razón existen elefantes verdugos.
Utilizar elefantes fue un método de ejecución común para aquellos que eran condenados a muerte en el sur y sudeste asiático, especialmente en la India, durante casi 4.000 años, aunque también la usaron Romanos, Cartagineses e incluso en la Biblia se menciona (en el Deuteronomio). Romanos y Cartaginese los utilizaron sobre todo para ejecuciones en masa, contra amotinados o ejercitos vencidos. En cambio en Oriente, el uso de los elefantes como verdugos estaba unido a su utilización como símbolo del poder real. A través del elefante se representaba el poder del rey, de forma que la ejecución por esta vía también era una forma de hacer llegar al pueblo que el poder real se encargaba de dispensar la vida y la muerte.
La inteligencia, domesticación y versatilidad de los paquidermos les daba ventajas considerables respecto a otros animales salvajes como leones y osos, también usados como medio de ejecución. Lo más importante es que además estaban bajo el control constante de su conductor, lo que permitía garantizar un perdón de último minuto en el caso de querer mostrar piedad.
Los elefantes podían entrenarse para matar rápidamente a la víctima simplemente aplastándole la cabeza o ejecutar a los prisioneros de muy variadas formas, prolongando la agonía hasta una muerte lenta mediante torturas. Los elefantes, guiados por su conductor, sabían dislocar miembros o romper huesos sin hacer lesiones mortales, por ello en ocasiones se les usaba para realizar "ordalías" una especie de "Juicio de Dios" donde el elefante "jugaba" con el reo (en ocasiones durante horas) y si este sobrevivía, era perdonado.
La forma más común de ejecución era el aplastamiento del cuerpo o de la cabeza, pero también clavando los colmillos o poniéndoles cuchillas en los mismos. Otras veces sujetaba al reo con una pata al suelo y con la trompa le arrancaba los miembros uno a uno ( como se muestra en este dibujo de 1681 de An Historical Relation of the Island Ceylon, de Robert Knox.)
También se ataba al condenado a una pata del animal y era arrastrado. Se ha conservado un relato de ese tipo de tortura y ejecución en la ciudad de Vadodara en 1814, que ha sido preservado en Las Anécdotas de Percy El hombre era un esclavo, y dos días antes había asesinado a su dueño, hermano de un jefe nativo llamado Ameer Sahib. Alrededor de las once fue traído el elefante, con sólo el conductor en su espalda, rodeado de nativos con bambúes en sus manos. El criminal fue colocado tres yardas detrás, en el suelo, sus piernas atadas por tres cuerdas, que a su vez estaban atadas a un anillo en la pata trasera derecha del animal. A cada paso que daba el animal le arrastraba hacia delante, y cada ocho o diez pasos le dislocaba algún miembro, que cuando el elefante había avanzado unas quinientas yardas estaban ya todos sueltos y rotos. El hombre, aunque cubierto de lodo, mostraba todos los signos de vida, y parecía estar pasando por el peor de los tormentos. Tras haber sido torturado de esta forma alrededor de una hora, se le llevó fuera de la ciudad, en donde el elefante, que está entrenado para este propósito, avanzó marcha atrás y puso su pata encima de la cabeza del criminal.
El aplastamiento por elefante fue abolido por los británicos en su conquista colonial de la India en 1815 pero el elefante del rey seguía vivo y, evidentemente, recordaba sus antiguos deberes. Sirr comenta:
Durante la dinastía nativa era una práctica habitual entrenar elefantes para dar muerte a los criminales aplastándoles, habiendo sido enseñadas estas criaturas a prolongar la agonía de los cautivos aplastándoles los miembros y evitando las partes más vitales de su cuerpo. Con el último rey tirano de Kandy, éste era el método de ejecución favorito, y dado que durante nuestro viaje uno de los elefantes ejecutores se encontraba en la antigua capital, estábamos ansiosos de probar la sagacidad y memoria del animal. El animal era moteado y de un tamaño enorme, y se encontraba de pie y silencioso con su cuidador sentado sobre su cuello. El noble que nos acompañaba pidió al hombre desmontara y que se pusiera de pie a su lado. El jefe entonces dio una orden a la criatura: '¡matar al miserable!' El elefante levantó su trompa y la giró, como si estuviera agarrando a un humano; entonces empezó a hacer movimientos como si depositase al hombre delante de él, levantó despacio su pata delantera, colocándola alternativamente en los lugares en las que los miembros del condenado habrían estado. El elefante continuó haciéndolo durante unos minutos; luego, como si estuviese ya satisfecho de que los huesos estuvieran rotos, el elefante levantó su trompa sobre su cabeza y se quedó quieto; el jefe entonces le ordenó 'terminar el trabajo', y la criatura inmediatamente colocó un pie en donde habría estado el abdomen de la víctima y el otro sobre su cabeza, aparentemente usando todas su fuerza para aplastar y terminar con la miseria del condenado.
La última ejecución de este tipo de la que se tiene noticias ocurrió en el siglo XIX y en la actualidad, afortunadamente, no se realizan ejecuciones de este tipo en ninguna parte del mundo.
Utilizar elefantes fue un método de ejecución común para aquellos que eran condenados a muerte en el sur y sudeste asiático, especialmente en la India, durante casi 4.000 años, aunque también la usaron Romanos, Cartagineses e incluso en la Biblia se menciona (en el Deuteronomio). Romanos y Cartaginese los utilizaron sobre todo para ejecuciones en masa, contra amotinados o ejercitos vencidos. En cambio en Oriente, el uso de los elefantes como verdugos estaba unido a su utilización como símbolo del poder real. A través del elefante se representaba el poder del rey, de forma que la ejecución por esta vía también era una forma de hacer llegar al pueblo que el poder real se encargaba de dispensar la vida y la muerte.
La inteligencia, domesticación y versatilidad de los paquidermos les daba ventajas considerables respecto a otros animales salvajes como leones y osos, también usados como medio de ejecución. Lo más importante es que además estaban bajo el control constante de su conductor, lo que permitía garantizar un perdón de último minuto en el caso de querer mostrar piedad.
Los elefantes podían entrenarse para matar rápidamente a la víctima simplemente aplastándole la cabeza o ejecutar a los prisioneros de muy variadas formas, prolongando la agonía hasta una muerte lenta mediante torturas. Los elefantes, guiados por su conductor, sabían dislocar miembros o romper huesos sin hacer lesiones mortales, por ello en ocasiones se les usaba para realizar "ordalías" una especie de "Juicio de Dios" donde el elefante "jugaba" con el reo (en ocasiones durante horas) y si este sobrevivía, era perdonado.
La forma más común de ejecución era el aplastamiento del cuerpo o de la cabeza, pero también clavando los colmillos o poniéndoles cuchillas en los mismos. Otras veces sujetaba al reo con una pata al suelo y con la trompa le arrancaba los miembros uno a uno ( como se muestra en este dibujo de 1681 de An Historical Relation of the Island Ceylon, de Robert Knox.)
También se ataba al condenado a una pata del animal y era arrastrado. Se ha conservado un relato de ese tipo de tortura y ejecución en la ciudad de Vadodara en 1814, que ha sido preservado en Las Anécdotas de Percy El hombre era un esclavo, y dos días antes había asesinado a su dueño, hermano de un jefe nativo llamado Ameer Sahib. Alrededor de las once fue traído el elefante, con sólo el conductor en su espalda, rodeado de nativos con bambúes en sus manos. El criminal fue colocado tres yardas detrás, en el suelo, sus piernas atadas por tres cuerdas, que a su vez estaban atadas a un anillo en la pata trasera derecha del animal. A cada paso que daba el animal le arrastraba hacia delante, y cada ocho o diez pasos le dislocaba algún miembro, que cuando el elefante había avanzado unas quinientas yardas estaban ya todos sueltos y rotos. El hombre, aunque cubierto de lodo, mostraba todos los signos de vida, y parecía estar pasando por el peor de los tormentos. Tras haber sido torturado de esta forma alrededor de una hora, se le llevó fuera de la ciudad, en donde el elefante, que está entrenado para este propósito, avanzó marcha atrás y puso su pata encima de la cabeza del criminal.
El aplastamiento por elefante fue abolido por los británicos en su conquista colonial de la India en 1815 pero el elefante del rey seguía vivo y, evidentemente, recordaba sus antiguos deberes. Sirr comenta:
Durante la dinastía nativa era una práctica habitual entrenar elefantes para dar muerte a los criminales aplastándoles, habiendo sido enseñadas estas criaturas a prolongar la agonía de los cautivos aplastándoles los miembros y evitando las partes más vitales de su cuerpo. Con el último rey tirano de Kandy, éste era el método de ejecución favorito, y dado que durante nuestro viaje uno de los elefantes ejecutores se encontraba en la antigua capital, estábamos ansiosos de probar la sagacidad y memoria del animal. El animal era moteado y de un tamaño enorme, y se encontraba de pie y silencioso con su cuidador sentado sobre su cuello. El noble que nos acompañaba pidió al hombre desmontara y que se pusiera de pie a su lado. El jefe entonces dio una orden a la criatura: '¡matar al miserable!' El elefante levantó su trompa y la giró, como si estuviera agarrando a un humano; entonces empezó a hacer movimientos como si depositase al hombre delante de él, levantó despacio su pata delantera, colocándola alternativamente en los lugares en las que los miembros del condenado habrían estado. El elefante continuó haciéndolo durante unos minutos; luego, como si estuviese ya satisfecho de que los huesos estuvieran rotos, el elefante levantó su trompa sobre su cabeza y se quedó quieto; el jefe entonces le ordenó 'terminar el trabajo', y la criatura inmediatamente colocó un pie en donde habría estado el abdomen de la víctima y el otro sobre su cabeza, aparentemente usando todas su fuerza para aplastar y terminar con la miseria del condenado.
La última ejecución de este tipo de la que se tiene noticias ocurrió en el siglo XIX y en la actualidad, afortunadamente, no se realizan ejecuciones de este tipo en ninguna parte del mundo.
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