Si hay una persona que ha dejado en la historia un caudal de leyendas urbanas y mentiras dignas del asombro y la reverencia de los políticos del mundo entero, ese fue Phineas Taylor Barnum. Una contradicción viviente, un ser despreciable y a la vez querible cuyo circo ambulante vendió desde histeria masiva hasta todo tipo de engaños y mentiras.
Nacido en una familia de comerciantes de principios del siglo 19 Barnum descubrió de muy joven que el trabajo honesto no era lo suyo, por lo que tras una estafa con cupones de lotería y un periódico llamado “The Herald of Freedom” en el cual la veracidad de las noticias era sólo comparable a las promesas de una campaña presidencial, terminó de muy joven en la cárcel. No desanimado allí aprendió todo tipo de estafas y tretas por lo que al salir decidió iniciarse como “showman”.
Su primera adquisición fue una mujer afroamericana ciega, a la cual apodó como “Joice la bicentenaria” y llegó a presentar como a la auténtica niñera del mismísimo George Washington. Gracias a su carisma y talento a la hora de mentir, pero mejor aun su memoria al sostener esas mentiras, pronto se logró hacerse dueño de una finca y una compañía de espectáculos destartalada.
Su show ambulante continuaría por todo Estados Unidos hasta fundar un museo en 1941 llamado “Barnum’s American Museum”, un museo que prometía unos “500 mil asombros y maravillas” de los cuales absolutamente ninguno era verdadero o correcto. En su museo no solo expondría a una sirena -con la que causaría histeria entre la población- o una “máquina para hacer desaparecer dinero” -simplemente se ponía dinero dentro de esta y la máquina cumplía su cometido-, sino que además “apadrinaría” a un niño enano de 5 años al que presentaría como El General Tom Pulgar, “El general más bajo del mundo”. Personaje que generalmente servía como broche de oro de la función tras salir a escena vestido de Napoleón y ser ovacionado por el público al cometer todo tipo de torpezas -aunque también tenía mucho éxito la escena en la que salía vestido de Cupido en el acto en el cual el hombre cornudo debía caer enamorado de la mujer barbuda-. No obstante, sus andanzas por New York estaban dejando un pantanoso trecho por lo que habiendo estafado a medio estado y con varias recompensas por su cabeza -sobretodo gracias a sus pócimas rejuvenecedoras y tónicos sexuales- Barnum zarpa hacia el Viejo Mundo. Aquí sería prontamente acogido como un héroe llegando a niveles de fama dignos de una celebridad. Invitado personalmente por la misma Reina Victoria, Barnum desplegaría su acto de “asombros y maravillas” en el Palacio de Buckingham, acto que quedaría grabado en la memoria de todos los concurrentes cuando el diminuto Napoleón es atacado por uno de los poodles de la Reina -y que más placentero para la aristocracia inglesa que ver a Napoleón ser vapuleado por un diminuto perro-. Agradecidos por el espectáculo Barnum y su compania viajarían por toda Europa a expensas de la corona, llegando a viajar en carruajes de dignatarios.
Pasarían los años y con cada nueva temporada una flamante estafa nacería, y los engaños se acumularían como las hojas en el invierno. En 1871 gracias a esa montaña de mentiras y shows bizarros nace el “P. T. Barnum’s Grand Traveling Museum, Menagerie, Caravan & Hippodrome”. De este circo y los subsiguientes se originaron leyendas que perduraron hasta el día de hoy como Jumbo “El elefante más grande del mundo” el cual hasta posee una estatua; o la gigante Anna Swan, sin embargo sería su representación de un hipódromo romano lo que más dinero, prensa y controversia traería.
El 7 de Agosto de 1891, con cuatro mansiones y una fortuna gigantesca Barnum muere quedando en su rostro una sonrisa que sorprendería a los concurrentes de su funeral. Unos años más tarde una estatua de bronce puro sería levantada en su honor en el Seaside Park.
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