miércoles, 29 de octubre de 2008

El Manuscrito Voynich


Todos hemos oído hablar de libros prohibidos, libros ocultos, libros indescifrables. Esta es la historia del libro probablemente más misterioso que existe. El llamado Manuscrito Voynich.

Durante el reinado de Enrique VIII, el duque de Northumberland se dedicó a quitar de circulación todo escrito cuyo contenido fuese poco claro o tocase el tema de la brujería; para ello requisó todos los monasterios del reino, que eran los lugares por excelencia donde se guardaba por siglos semejantes obras.

Este duque era amigo de Jhon Dee, gran ocultista y científico ingles. Y como sabía que Jhon Dee se dedicaba al estudio y colección de libros extraños le regalo ese libro misterioso escrito en un lenguaje desconocido.

Solamente el prologo estaba en ingles, y decía:
"Esta es copia fiel del original que se encuentra guardado bajo las montañas que corren sobre la costa Oeste de un lejano lugar situado en el extremo sur del planeta".

Jhon Dee intentó descifrar el código, pero no pudo. Lo más que pudo fue decir que ese libro contenía "los secretos de los mundos olvidados y subyacentes".

En 1586 se lo regalo al emperador Rodolfo II, Dee murió el 1608. Luego el libro recorre toda Europa, desde Praga hasta Italia, sin nadie que logre descifrarlo.



Fue en 1912 cuando Wilfrid Voynich (a quien debe su nomnre), un anticuario norteamericano, adquirió el manuscrito en Italia e hizo circular copias de éste con la esperanza de encontrar un traductor. Un siglo después, continúa desafiando a los decodificadores. Ahora se encuentra en la Universidad de Yale.


A lo largo de su existencia constatada, el manuscrito ha sido objeto de intensos estudios por numerosos criptógrafos profesionales y aficionados, incluyendo destacados especialistas estadounidenses y británicos en descifrados de la Segunda Guerra Mundial. Ninguno consiguió descifrar una sola palabra. Esta sucesión de fracasos ha convertido al manuscrito en el Santo Grial de la criptografía histórica; pero ha alimentado también la teoría de que el libro no es más que un elaborado engaño, una secuencia de símbolos al azar sin sentido alguno. Gordon Rugg, ingeniero informático de la Universidad de Keele, Reino Unido, cree estar muy cerca de dar una explicación sobre cómo fue creado el texto. Según informa el semanario británico “The Economist” (13 de febrero de 2004) Rugg ha conseguido generar texto con igual apariencia al que contiene el libro, utilizando no precisamente tecnología digital avanzada del siglo XXI, sino métodos rudimentarios del siglo XVI.

Rugg intuyó que si el manuscrito Voynich es una estafa, entonces un posible sospechoso es Edward Kelley, un oscuro artista de la época isabelina. El ingeniero practicó una de las técnicas conocidas de Kelley, usando una cuadrícula de 40 filas y 39 columnas cuyas líneas le sirvieron de guías para dibujar las sílabas de Voynich. A continuación superpuso un cartón con cuatro ventanas cuadradas en diagonal sobre la cuadrícula, y comenzó a formar las palabras que resultaban de unir las sílabas que quedaban visibles a medida que él iba moviendo la plantilla agujereada. El resultado, que para algunos puede ser desolador, fueron palabras con los mismos patrones internos que las del libro. Rugg y su equipo trabajan ahora en un programa de ordenador que detecte todos los patrones existentes en el manuscrito y los reproduzca. Si su hallazgo se confirma, significará que inventar algo que parezca un lenguaje con regularidad en los patrones no es tan difícil, y esto ya no será un argumento válido para negar el fraude.




Sin embargo, el que cumpla la ley de Zipf, que viene a decir que en todos los lenguajes conocidos la longitud de las palabras es inversamente proporcional a su frecuencia de aparición (cuantas más veces aparece una palabra en un idioma más corta es), hace pensar que se trata no sólo de un texto redactado en un lenguaje concreto, sino también que este lenguaje está basado en alguna lengua natural, ya que lenguajes artificiales como los élficos de Tolkien o el Klingon de Star Trek no cumplen esta regla. Esto es debido a que la explicación a esta ley se basa en la economía lingüística: las palabras que más utilizamos son más cortas y así requieren menos energía, por ello es el uso de una lengua el que acaba por imponer esta ley. Es prácticamente imposible que el autor del manuscrito Voynich conociera la ley de Zipf, enunciada muchos siglos después, y por tanto que la aplicase a un lenguaje inventado por él.



Sin embargo, a pesar de las diferentes teorías, el misterio del manuscrito Voynich sigue latente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sólamente el prólog estaba en inglés.

...y había sido copiado del original (según rezaba el prólogo) por Róger Bacon, quien fue considerado el gran mago de su siglo. El prólogo decía lo siguiente: "Ésta es copia fiel del original que se encuentra guardado bajo las montañas que corren sobre la costa oeste de un lejano lugar, situado en el extremo sur del planeta".

Existe realmente dicho "prólogo" y donde se puede obtener información sobre el mismo. Personalemnte, no la he encontrado.

Gracias. Un saludo.